Norman

 

 

Saludando a la señora que va pasando frente a mí, sonriéndole; como si la conociera., como si me importara como está, cuantos hijos tiene y a donde los mandó a estudiar, asintiendo, sin mostrar signos de debilidad por que no se puede o porque no me habían enseñado de pequeño que está bien no demostrar. Callando y guardando lo que a uno le genera pesar, así sea sólo saludar. Pensando que lo extraordinario tiene que estar en todo lugar, que me tengo que llenar de asombro para que nuestro encuentro se convierta en algo que voy a poder remembrar. Tanta vida por delante hasta que de pronto, se estrena el carro en la autopista que según los ingenieros te garantizaban treinta minutos más de tiempo porque ya había varios carriles por donde pasar y muchos muros de contención que harían su función bien, cuando ves que te vas a querer estrellar.

Toda una vida por delante, sin saber cuándo llegaría la hora...

    Yo no tenía ganas de generar un impacto tan magno que fuera a intervenir en el tiempo de todos los demás, cerrar las calles, hacer sirenas sonar. Pero, ¿Qué más? Si me encanta ver a todo mundo con su gritería: “¿estás bien?”, o escuchar a los emergentes: “¡Ay Dios mío! ¿en qué le podemos ayudar?”; No sé, pinche gente puñetas. Yo iba a la boda de Esther, no se me hacía tarde ni nada, pero como la carretera es nueva, la quise estrellar. ¿Dios mío? ¿En verdad? Me da risa sólo pensar, que no he llegado a la inconsciencia y me parece tan absurda la manera en la que la gente se baja de sus autos, se dirigen hacia mi y me quieren levantar. Luego, otro señor robusto y chaparrito intentando remover las partes del auto que traigo clavadas en el cuerpo, sólo consigue lastimarme más… “Me vas a perforar más, así déjalo mejor, ya está.” bonitas palabras que pienso pero que no puedo pronunciar. - ¿Cuánto tiempo me queda? -, Tal vez diez minutos, o tal vez más. “Háblale mejor a mi mamá, porque me dieron ganas de llorar al ver que aquí me voy a quedar”- Me dirijo con la pura mirada a la más anciana del lugar, aunque probablemente resulta absurdo porque no creo que me entienda telepáticamente, o ni siquiera creo que sepa utilizar el teléfono celular.

Toda una vida por delante y contra éste puto muro me vine a estampar. No sé porque recuerdo al pastor del domingo pasado que me dijo justamente que todo es parte de un plan. Que todo estaba diseñado desde el principio y hasta el final. Que la necesidad de morir termina cuando tienes deseos de procrear y que la vida comienza cuando agradeces hasta el aire que vas a respirar. ¿Será que bajó Dios y le dijo que mi vida iba a terminar? ¿Que necesitaría consuelo o algo que me ayudara a llegar? Si es así, no siento que sea un intercambio justo, ya que todavía siento que tengo cuentas por pagar, abrazos que dar y sensaciones por experimentar. Siento que apenas andaba queriendo agarrar vuelo, apenas comenzaba a aprender a caminar. Mi fe no se la prestaba ni a Dios, pero ahora que lo estoy viendo tan cerquita, su verdad es que no suena tan mal. Si me voy, En bancarrota me voy. Y, si me quedo; en sufrimiento me quedo. No tengo sol, ni lluvia, sólo temores y cristales en el viento. Ahorita que ando todo moribundo, lo más sensato que me queda por hacer es cerrar los ojos y tratar de respirar con sangre, para comenzar a toser y después asfixiarme con el esfuerzo. “Señora, ya déjeme así, por favor. Me está lastimando más y aparte la neta no creo que me vaya a poder salvar”. Es más, creo que así me tocaba terminar, según el pastor, ese era el plan.  

¿Pero porque no estoy tranquilo ni en mi lecho de muerte? Si tuve todo en las uñas de los de dedos de mi mano, y lo pude sentir; así como sentí los granos de arena en los pies, a la arena.,

¿Por qué siento como si de pronto se difuminaran mis ideas? Por qué refiero quedarme a esperar. No dejo de temblar. No dejo de sangrar.

Yo que solía decir que hasta sentía la sincronicidad del agua cuando me metía a bañar. ¿Por qué lo nuestro no se da? Ven pues, Escucha, Dios, que tu hijo va a comenzar a hablar.

-Tú que todo lo ves y todo lo sientes… ¿No me sientes en estos momentos? O si me sientes, pero te gusta quedarte callado cuando imploran tu presencia en emergencia, en caos, o en tinieblas. No me mates ahora. Estaba intentando descubrir nuevas cualidades en mí, y estaba intentando construir una base significativa que funcionara para mí. ¿Porque no vienes desde aquella ves que te hablé por primera vez? ¿Lo recuerdas? Te hablé desde que era un chaval. No lo sé… ¿Nueve? Ocho, o tal vez desde los tres. ¿O será que a las tinieblas no bajas porque no tienes cabellos largos como Rapunzel? Me mandaste a la otra versión de ti que no te gusta mirar, la que sobrepobló el océano y dejó sin estrellas al sistema solar. Lo mandaste y ni siquiera me preguntaste, me mantuviste callado, me pusiste un bozal, me sacaste a pasear, me apuntaste a los ojos con tu dedo y comencé a marchar. Ignora la rabia que tengo de saber que mi vida está por terminar, ignora las lágrimas que me están saliendo de la boca, ignora las ganas que tengo de gritar. ¿Si estás aquí? Porque con tanta impotencia te quiero decir, que no me hubieras dado alas si no pensabas dejarme volar. No me hubieras dado sueños, si no me ibas a dejar soñar para poder irlos a cumplir a la hora de despertar. Porqué me haces sentir que el infierno es mi hogar y que todo lo que me pasa son eventos que me tirarían a la mierda y me harían agarrarme los huevos y tener que bajar a más oscuridad.

¿No sientes que a veces te equivocas? ¿Por qué me mandas a un lugar a destruirme queriendo que regrese con ganas de comerme el mundo a besos? Si ves que sólo regreso con la cajuela llena de puro plomo y con puros compas del infierno que lo único que me enseñan ahí abajo es a engañar para matar. No te culpo; son zonas que domino porque he recorrido estos caminos desde niño, desde que me acuerdo; de lunes a domingo. A todas horas vengo sin descanso, sin poder resolver el acertijo, saludando a extraños con besos en el cachete o en el pico y al mismo tiempo, sonriendo y sacando carcajadas. A eso es a lo que me dedico. No es mi pasión, no soy bueno, ni tampoco muy fino, pero he enterrado tantas veces mi cuerpo en el panteón que ya ni me creo cuando digo que no es un suicidio, porque, al contrario, siento que es para sentirme vivo. Ahora, no estoy loco, no me siento loco. Ya estoy grande y analizo lo que me rodea y sé que todos esos pensamientos no me llevan a nada, que sólo me lastiman a mí y retumban en los oídos de los que me quieren vivo, pero por mi pasado, naturalmente pensé que morir joven era lo que me tocaba. Lo concluí porque me ha tocado sufrir más veces de las que me ha tocado gozar, y, a esas vidas no les debería de tocar una vida longeva porque hablaría muy mal de tu plan. ¿No? Y sí, si estuve agradecido un tiempo, porque me tocó usar ropa de marca y porque siempre anduve con centinelas a bordo de mi ranfla, pero esas centinelas me hicieron creer que el mundo era mío y que mi mundo no se acabaría. Sus besos me decían que ellas eran mi hogar, que estaban conmigo porque me necesitaban, aún yo las corriera a la siguiente mañana. Siempre era la misma rutina; una noche mágica y al día siguiente las veía acostadas durmiendo y me retiraba sin decir nada. Por las noches, les decía muchas cosas, aunque sabía que con unos billetes y un pomo en la mesa les bastaba. Las quería de pronto, porque decían que me amaban y era lo que buscaba. Mentían por convivir, y sentía que en cualquier momento podían decir algún pretexto para ya no seguir. Me iba con una y con otra, evitando la derrota de mirar honesto y las terminaba de tajo cuando presentía la derrota. Luego, contaba mi historia para que me dieran pistas de tu paradero y me decía la gente que estaba loco o que pensaba cosas locas, que nada de lo que dicen mis sentidos hace sentido, que mi mundo interno se equivoca cuando les decía que no hay infierno ni hay cielo; que no hay luz y que no hay sombras; que sólo hay almas que se tocan. Que mientras yo esperaba ser tocado por mi alma, les pagaba a putas que me caían gordas. Porque no quería no involucrarme con alguien que sólo me quitara la ropa. Que estaba esperando a quien me mordiera la piel con ganas genuinas y que me tocara de la manera más pura que ella toca. Así que dejé de platicarle a la gente de mis demonios, de los entes que se me aparece; Mejor le creí a mi sol que brillaba todos los días y me hacía sentir reluciente. Me ayudaba a resguardarme en un rincón y me convencía a base de puras lágrimas que no había por qué temer; que dejara de rechinar los dientes. Y sí, ahí me quedé. Efectivamente. Por que realicé que para sentirme amado también se valía agacharse y sentir que no te perteneces. Que aprender a ser amado, también es un arte y que se necesita practicar diario, aunque se logre la obra hasta el día siguiente. Que puedo seguir vacío y caminar al mismo tiempo perfectamente, que soportar verdades a medias también es coherente y que ocultar las cosas también resulta conveniente. Pero ahora, que me encuentro esperando las ambulancias y el rescate orquestado por la gente, me cuestiono todo lo que hice y todo lo que pensé, claro que estoy arrepintiéndome. Arrepentido de no haber sentido que me amaron porque no confié en lo que ella me dice que siente.

Y sí:

Soy un viejo joven cochoso, engreído y lleno de menudo en el estómago, diciendo que quiere servir y que quiere soñar. Que se la pasa intentando reclamarle a la vida lo que sus ojos vieron, amaneciendo todos los días con el sol en la ventana, calentándose los cachetes calientes con pura rabia absorbiendo lo tóxico del ambiente, intentando sacar provecho de las cucarachas del suelo, poniéndolas en el sartén y devorándolas como manjares con agua turbia que sale del grifo, pensando que peor sería nada. Lavándome la cara en el baño y preguntándome si la destrucción ocurrió tanto tiempo atrás que ya no lo recuerdo o si acaba de pasar. Para servir vine, de acuerdo; Pero, ¿eran necesarias tantas cachetadas? ¿Por qué no me mandaste esos besos antes o sus dosis de saliva servida a lengüetazos que llenan el alma? Los que te hacen cerrar los ojos y querer salir a gritar - ¡Justo era lo que necesitaba! - Entonces, ¿Quién es el loco? El que dice: “ahí viene el loco”, el que lo apunta con la mirada o el que no dice nada.

Norman tenía una frase que repetía cada vez que terminábamos de escuchar una reunión de comunidad: “La paz sea y esté con todos nosotros”. Eso era lo me más me gustaba oírle. De hecho, creo que sólo iba a esas reuniones para poder escuchar a Norman decir esas palabras, porque las decía con tanta serenidad que la paz que predica ese señor, no la sentía, pero la anhelaba. Entiendo que Norman y yo, venimos de mundos distintos y hacemos mundos distintos dentro de nosotros. Probablemente sus mundos y los míos estaban en dimensiones diferentes, pero la paz que escuchaba de sus dientes, me estaba llevando a aprender a soltar lo que me aventaba al abismo nuevamente.  Querido Norman, las historias que terminan felices no siempre comienzan con placer. Hoy estoy aprendiendo que esperar algo de alguien aumenta la sensación de aquel infante que le sonreía a la vida a placer, que la mugre en las uñas no significa que jugaste bien o mal: significa que lo estás intentando, no que no no quieres perder.

Norman, todavía no estoy muerto, sólo me estoy poniendo cómodo en el rincón de los misterios, esperando que la muerte llegue a mi ser, pero estoy luchando, porque no quiero. En ese rincón brota agua de manantial, pero si la pruebas, es agua salada. Ahí se recrean los hechos diurnos que aterrorizan el nocturno camino de la necesidad de creer que se logra percibir lo que quieres. Resulta gracioso que cuanto más oscuro sea el camino, más claro también resulta ser. Que aquí abajo, me doy cuenta de lo pequeño que soy y de que lo único que quiero en estos momentos es poder ir hacia donde está ella y que me vieran sus ojos bellos, que sintieran cómo la quiero, que ella no es mi mundo, pero que así lo siento. Yo ya sentía que me había curado, pero me seguía engañando. Hasta que ella llegó a mi camino, me sentí vivo; me sentí contento.

- ¿Todavía no me muero Norman? - ¡Ojalá que me queden algunos minutos! Porque todavía hay cosas que quiero sacar de mi pecho… ¿Cómo no me voy a arrepentir si toda la vida me quedé en la espera de ella? Me quedé dibujando nuestra historia en mi mente. Ahora que la tengo conmigo me estoy quedando quieto, esperando el momento perfecto de poder morderle el cuello y besarle el vientre. Porque estando aquí, me doy cuenta que desenlazar historias de ficción contenidas en el aire de corazones fríos, me aferran a la vida, pero no existe punto de comparación al escuchar cómo late su corazón por mí y sentir cómo todo mi ser le pertenece. Y ya estoy viendo cómo llegan los rescatistas, estoy observando las maniobras que esos colegas utilizan conmigo en el evento desafortunado. ¿Sintieron mi tórax y que decidieron que sigo vivo y merezco una nueva oportunidad, Norman? O porqué me están electrocutando.  ¿Es normal que sienta como si estuviera volando en el espacio? O me quedo sentado en el epicentro del centro, apartado de mi elemento, esperando verla llegar al encuentro, deseando con todas las ganas del mundo que no llegue el momento en el que se anuncie la muerte de un imprudente y apuesto joven en el noticiero. ¿Te digo algo, Norman? Dile a tu viejo, que sigo valiendo la pena., que no me deje tirado en el fango. Que quiero que me reviva, que si ya me hizo conocerla me dé tiempo de poder disfrutar mi tiempo con ella. Porque no la conocía, pero ahora que ya está conmigo, tengo miedo de no poder vivir a su lado. Quiero volver a sentir que estoy vivo. Quiero abrir los ojos y poder tomarla de la mano.

Ella es mi paz, Norman. No lo había realizado.

Estoy entendiendo a través de ella que para sentirme aliviado tengo que aceptar que yo mismo me había derrotado, me había destruido y me había dejado. Que nada de lo que pienso es acertado y que cuando sienta como si no valiera la pena, puedo detenerme un momento y admirar el calor de mis manos. Que la verdad siempre está oculta y que intentar no las cosas que me rodean también resulta sano. Que los abrazos sin miedo son mejor que haber besado a todos los labios. Que dormir abrazado de la mujer que te ama es el símbolo de haber concluido con éxito el propósito de haber sido creado. Que Dios no tiene que algo contra mí y que tampoco me quiere hacer daño. Que si vivo o si muero no importa, ése sólo es el resultado. Lo verdaderamente importante es el día a día y que ella ha decidido quedarse a mi lado. Y que, si no alcanzan a revivirme no importa, porque alcancé a conocer sus ojos y cuando los veo no me voy a otra dimensión, me quedo conmigo en mi interior, me acaricio la cabeza y me saco todo ese dolor. Me voy al fondo del océano, donde se concentra todo, donde no existe nadie más que yo, imagino todo lo que viviré con ella y me quedo satisfecho de saber que al final, si me escuchó Dios. Que se muestra en todas formas y en todo lugar y conmigo lo hizo en el amor.

¿Norman? Su existencia, es la prueba perfecta de que hay veces que no existe una explicación de la lógica, cuando le haces caso a tus sentidos y a tu emoción. Ella es mi paz, Norman. Ella es mi equilibrio, ella es mi argumento.

¿Tú tienes la respuesta, Norman? No me digas porqué me estrellé contra el pavimento, tampoco me digas cuánto tiempo tengo… Mejor pregúntale a Dios, si me perdona por haber dudado de lo que represento, de lo que soy y también de lo que tengo. Dile que le agradezco por haber sentido que me abandonó y por haberme dejado sentirme rescatado aún haya sido en el último momento. Por enseñarme la salida y por haberme quitado lo necio. Dile que, si él quiere salvarme en este plano, yo estaré feliz y contento. Y si no, agradezco por conocerla y tenerla en mis brazos un ratito por lo menos. Dile que mis cuentas por pagar han quedado en ceros y que las experiencias que quiero vivir, si no son con ella mejor aquí me quedo.

Norman: dile que, si me deja salir a disfrutar la vida, me voy. Dile, que si es con ella mejor.

Norman, mejor dile que esta carta es una reconciliación a la vida, a la felicidad y al amor. Que me deje vivir, que de lo demás me encargo yo. 

O mejor no le digas nada y me dejas volar tranquilo.Cómo será para dónde voy?  Voy a cerrar los ojos un rato y dejaré que los paramédicos hagan lo suyo. Y luego, veré si sigo vivo.




  

 

 

Comentarios

Entradas populares