Loco
Porqué tendría que callarme yo, si todos tenemos algo que
gritar. No entiendo las situaciones más antiguas, tampoco comprendo las
presentes ni sus derivadas. Estoy constantemente en una revolución de ideales,
creando al fenotipo perfecto. Entonces, no sé cómo responder, no sabré nunca cual es la respuesta que quieres escuchar, no sé por qué tendría
que callarme. Tú no te callas y yo no me quejo, al contrario; te escucho. Yo,
solo quiero caminar, caminar y caminar hasta donde pueda, hasta que me canse,
como Forrest Gump lo hizo corriendo. Quiero encontrar a mi Jenny mientras
camino, quiero darme cuenta de que siempre he caminado sólo aunque me quieran acompañar
algunos, quiero tener la posibilidad de perdonarme si durante el viaje no encuentro a ella, quiero cometer errores y al final reconocer con astucia y madurez el hecho de que ella siempre ha estado ahí y al final del viaje, sentir ansias de regresar y
ganas de volver para poder estar con ella.
Al carajo todo lo que no se hace por querer. Al carajo todo lo que se hace con un disfraz. Hemos estado caminando durante mucho tiempo y ahora nos exigen colocar una máscara al caminar y también, colocar una
cobertura de protección a la máscara, como si una capa de falsedad e hipocresía no fuera suficiente.
Hay sonidos por donde quiera, pudiendo ser cualquier cosa y entran a mi cerebro aun así yo no lo haya decidido. Esos ruidos se quedan conmigo, viven aislados pero regresan en diversos momentos de la vida acompañados. Sólo basta algún aroma para que los haga despertar y aparezcan en alguna situación, como si me persiguieran, sin escapatoria para mí. Además de la persecución sonora, me persigue mi sombra también. -Le tengo más miedo a los sonidos que a las sombras; la mía es oscura e indefinida para muchos pero yo le pongo los trazos y las líneas para poder identificarla; los trazos la convierte en una sombra reflectora y con las líneas hacen que la sombra sea un espejo-.
Hay sonidos por donde quiera, pudiendo ser cualquier cosa y entran a mi cerebro aun así yo no lo haya decidido. Esos ruidos se quedan conmigo, viven aislados pero regresan en diversos momentos de la vida acompañados. Sólo basta algún aroma para que los haga despertar y aparezcan en alguna situación, como si me persiguieran, sin escapatoria para mí. Además de la persecución sonora, me persigue mi sombra también. -Le tengo más miedo a los sonidos que a las sombras; la mía es oscura e indefinida para muchos pero yo le pongo los trazos y las líneas para poder identificarla; los trazos la convierte en una sombra reflectora y con las líneas hacen que la sombra sea un espejo-.
Sonidos, situaciones, comportamientos, reflejos, no importa el motivo, entro en crisis de vez en vez. Suelto lágrimas también, algunos
días río y otros días son más privilegiados aún porque sueño, a veces todos los motivos ocurren al mismo tiempo y cuando todo se
manifiesta en el mismo momento, me oxido, según el doctor.
Parece ser que soy una constante rueda de la fortuna, pero de emociones, como un parque lleno de atracciones que desafían a la física y a la gravedad. Parece ser como el súperman, en Six-flags, por primera vez; sé de qué trata el juego, pero la emoción aumenta conforme la fila avanza. El juego te atrapa, cuando entras en las diversas curvas pero de cabeza, me hundo en emociones tenebrosas y no hago más que gritar como desquiciado para liberar adrenalina. Si bien grito como loco, lo hago no porque tenga miedo al juego, sino porque esa bajada me tomó por sorpresa, voy en el asiento y cierro los ojos tratando de imaginar que estoy volando, siento al viento correr por todo el cuerpo y cada vez grito más fuerte, después abro los ojos y mientras me preparo para la siguiente curva, me doy cuenta que esa era la última, magnífico viaje. Todavía no me bajo del asiento y ya quiero formarme para comenzar de nuevo la aventura, aunque a la persona que se encuentra frente a mí, seguramente piensa lo contrario. Yo no puedo creer cómo hay personas que sienten el súperman tan emocionante, se bajan diciendo que está muy bueno el recorrido, pero una vez que están a salvo, comienzan a marearse, se aturden y no se vuelven a subir. Ese tipo de personas que prefieren caminar sobre el suelo que volar aun así sea con la imaginación, son las que te convencen de que es mejor caminar que sentir que vuelas. Ese tipo de personas son tan poderosas que pueden voltear hacia atrás y convencer a tu sombra también. Termina el juego y tu amiga (acompañante) sale con tal inyección de adrenalina y euforia que de pronto, parece ser buena idea probar todos los juegos disponibles en el parque y tú sigues convencido de que es mejor caminar sobre el suelo que volar gracias al sujeto de enfrente y decides culminar tu aventura e irte. Mierda.
Parece ser que soy una constante rueda de la fortuna, pero de emociones, como un parque lleno de atracciones que desafían a la física y a la gravedad. Parece ser como el súperman, en Six-flags, por primera vez; sé de qué trata el juego, pero la emoción aumenta conforme la fila avanza. El juego te atrapa, cuando entras en las diversas curvas pero de cabeza, me hundo en emociones tenebrosas y no hago más que gritar como desquiciado para liberar adrenalina. Si bien grito como loco, lo hago no porque tenga miedo al juego, sino porque esa bajada me tomó por sorpresa, voy en el asiento y cierro los ojos tratando de imaginar que estoy volando, siento al viento correr por todo el cuerpo y cada vez grito más fuerte, después abro los ojos y mientras me preparo para la siguiente curva, me doy cuenta que esa era la última, magnífico viaje. Todavía no me bajo del asiento y ya quiero formarme para comenzar de nuevo la aventura, aunque a la persona que se encuentra frente a mí, seguramente piensa lo contrario. Yo no puedo creer cómo hay personas que sienten el súperman tan emocionante, se bajan diciendo que está muy bueno el recorrido, pero una vez que están a salvo, comienzan a marearse, se aturden y no se vuelven a subir. Ese tipo de personas que prefieren caminar sobre el suelo que volar aun así sea con la imaginación, son las que te convencen de que es mejor caminar que sentir que vuelas. Ese tipo de personas son tan poderosas que pueden voltear hacia atrás y convencer a tu sombra también. Termina el juego y tu amiga (acompañante) sale con tal inyección de adrenalina y euforia que de pronto, parece ser buena idea probar todos los juegos disponibles en el parque y tú sigues convencido de que es mejor caminar sobre el suelo que volar gracias al sujeto de enfrente y decides culminar tu aventura e irte. Mierda.
De pronto, un día lejano al parque de diversiones, despiertas en tu casa, abres los ojos y al lado tuyo, hay alguien plácidamente dormida(o) que ha decidido despertar al lado tuyo, -Al lado mío-. Entonces, me levanto de
la cama con sigilo para no despertarla y
después comienzo a preparar el desayuno, no sé de qué manera comportarme con
ella, pero se merece toda mi generosidad y atención después de la proeza en la noche anterior. Siempre recorro toda su piel con recuerdos y con promesas en silencio, porque sé que no sé si voy a poder cumplir. Con ella, prefiero contemplarla solamente, quiero que sea ella quien decida
su partida. Tuve suerte, porque aunque si se fue, tiempo más tarde ella regresó. Nuestra dulce historia se
repitió unas quinientas veces, hasta que
llegó el día en el que la sombra que había olvidado, regresó. Mi sobre ha aparecido de nuevo, cuando eso sucede es como si tu espejo quebrado pudiera reflejar nuevamente, la sombra olvidada regresa llena de color. Te sientes tan pleno, que continúas caminando pero con
un chingo de adrenalina, con emoción, con sentido y con propósito. Caminas igual que tu amiga en el parque de diversiones por los
juegos, te sientes igual que Mario al comerse una estrellita. Yo, sentí todo eso por ella. Ella es mi estrella, ella es mi parque, ella es mi sombra y ella es mi piel.
Es interesante como esta fiesta es tan cambiante y tan
extraña a la vez. La fiesta está inundada de gente, no cabe un alma más, todos se encuentran bailando porque la música es impresionante; los decibeles que mis tímpanos perciben,
se sincronizan de manera simultánea con el temporal y mi cerebro comienza a sincronizarse
con el ambiente enseguida, cada beat en mis receptores auditivos, es un beat que siento en la piel. Cuando se vino la mejor parte de la canción, estallé... En seguida, comencé a bailar como profesional,
abrieron la pista y dejaron que me luciera, era el baile de las circunvoluciones
transversas y efectivamente, me lucí. Después del show y de los aplausos, algunas personas continuaron
bailando y otras me buscaron para generar mediocres pero muy apreciados
intentos de conexión humana, los restantes decidieron que era el momento perfecto de aprovechar
la barra libre y se fueron de la pista. Después de terminar el espectáculo, recogí
las prendas que me vestían y regresé al beat segundos más tarde para poder
bailar de nuevo, tomé las manos de los que estaban al lado mío para no caer y
seguí hasta que decidí cerrar los ojos, después de un momento, comencé a dejarme llevar por la
multitud hasta que me arrastró a los límites del lugar y en un parpadeo siguiente, me encontré
completamente sólo, estaba en completa oscuridad y en un lugar que no conocía, no recordaba la
manera en la que llegué o quién me trajo ahí, la fiesta se me olvidó por completo por un instante. Después de gritar y llorar por la
situación de angustia en la que me encontraba, encendí la lámpara del teléfono, caminé unos
pasos hacia atrás y apareció mi sombra de nuevo, ella me calmó lo suficiente para poder idear una
manera de salir de ahí, más tarde, pude volver a la fiesta.
La fiesta sigue estando llena. En esa fiesta, yo no reconozco a ningún alma y está repleta de ellas, nos volteamos a ver unos con otros pero nadie puede reconocer al otro, no sabemos quién es quién, no sabemos cuál va con cuál. No tiene sentido que la fiesta sólo sea con mascarás, pero como es una tradición, tenemos que aceptarlo. Hay veces que no me reconozco sin máscara y frente al espejo, con máscara y en una fiesta llena de ellas, es imposible. En verdad, hay ocasiones en las que yo volteo al espejo y no me puedo reconocer, no logro identificarme a mí mismo. Algunas veces el espejo se convierte en alguien que no reconozco, que no soy yo. Estoy seguro de que a todos nos pasa porque así es la vida real.
He ido caminando de las dos maneras posibles con mi sombra: con mi amiga y con una extraña. Cuando la sombra es mi amiga, aprovecho para agregar más trazos y le agrego también algunas letras para fortalecer el apego con ella y para poder identificarla siempre, para que le guste, para que no me deje, para que abandone a la extraña.
Mi madre, siempre me dice que no le hable al extraño por precaución, pero yo les hablo a todos. Es igual para mí, todos somos extraños, todos tenemos sobra amiga y sombra desconocida, extraña. Es cierto cuando digo que algunas veces existen ocasiones en las que no me reconozco a mí mismo ni a mi sombra, algunas otras veces, no podemos reconocernos entre los mismos ni entre otros, actuamos como si todos fuéramos extraños; unos con otros y otros con uno mismo.
La fiesta sigue estando llena. En esa fiesta, yo no reconozco a ningún alma y está repleta de ellas, nos volteamos a ver unos con otros pero nadie puede reconocer al otro, no sabemos quién es quién, no sabemos cuál va con cuál. No tiene sentido que la fiesta sólo sea con mascarás, pero como es una tradición, tenemos que aceptarlo. Hay veces que no me reconozco sin máscara y frente al espejo, con máscara y en una fiesta llena de ellas, es imposible. En verdad, hay ocasiones en las que yo volteo al espejo y no me puedo reconocer, no logro identificarme a mí mismo. Algunas veces el espejo se convierte en alguien que no reconozco, que no soy yo. Estoy seguro de que a todos nos pasa porque así es la vida real.
He ido caminando de las dos maneras posibles con mi sombra: con mi amiga y con una extraña. Cuando la sombra es mi amiga, aprovecho para agregar más trazos y le agrego también algunas letras para fortalecer el apego con ella y para poder identificarla siempre, para que le guste, para que no me deje, para que abandone a la extraña.
Mi madre, siempre me dice que no le hable al extraño por precaución, pero yo les hablo a todos. Es igual para mí, todos somos extraños, todos tenemos sobra amiga y sombra desconocida, extraña. Es cierto cuando digo que algunas veces existen ocasiones en las que no me reconozco a mí mismo ni a mi sombra, algunas otras veces, no podemos reconocernos entre los mismos ni entre otros, actuamos como si todos fuéramos extraños; unos con otros y otros con uno mismo.
Siento que estoy loco, o por lo menos, siento como si estuviera loco. He
aprendido que si no aparece mis sombras amiga la debo de llamar porque ella siempre está ahí, aunque sea una extraña. Cuando me siento solo, me siento solo con ella. Mi sombra ahora está llena de
colores, de trazos y de líneas. Mis sombras calman mis pesares y reconfortan mis miedos. Mi sombras secan mis lágrimas y me aconsejan cuando lo necesito. Mi sombra es todo para mí.
Vivo en una locura. Es una locura constante. Sé que tú
también, sólo que no te has dado cuenta y yo sí, yo ya lo hice. Definitivamente estoy loco,
pero esta es una fiesta de locos y yo soy el único que no estoy loco, como dice Calle 13.
Ahora, prefiero que mi sombra sea de confort y de calma,
no de tempestad y tormenta, le he quitado la máscara. Mientras yo siga caminando, intentaré seguir poniéndole color, seguiré pensando que caminar en el suelo es
bueno pero que soñar que vuelo es mejor. Por eso me permito tener para mí al menos sesenta
segundos al día, para poder volar. Me permito cerrar mis ojos y sentir que vuelo, me permito sentir el aire recorrer todo mi cuerpo, como sentí en el súperman de Six-flags, pero
mejor, casi novecientas noventa y nueve veces mejor, como cuando ella decidió despertar al lado mío un sólo día y se sintió como si hubieran sido más de quinientas veces.
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