Sangre Caliente


No sé cuándo dejó de interesarme lo que verdaderamente importa. Siento como si estuviera vagando por la vida con poca energía y con nula atención. Dicen que parezco un zombie, pero de la edad moderna. Abro mis ojos por abrirlos, me levanto de la cama por pararme; como por comer; río por reír y, ando por andar. Llevo mucho tiempo con las mismas sensaciones reprehensibles. Me encuentro perdido entre las mismas nostalgias, llevando un camino sin rumbo. Ando sin intención, actúo sin razón y pienso sin sentido.

No recuerdo la última vez que realicé alguna actividad con toda mi pasión, con toda mi entrega, ni con toda la convicción de mi ser. Me han enseñado a entregar todo de mí; no a medias, ni de a poquito. Pero, en tiempos recientes se ha desvanecido mi memoria. Ese hombre, ya no existe más. 
Es  un arte complejo el andar sin destino, el caminar sin rumbo. El detenerte y preguntarte... ¿Para donde le doy? Y no tener respuesta... Soy un artista.

Me dicen que cuando intentas tu destino, así haya mil maneras desconocidas para llegar: llegas. No importa que estés perdido o te sientas desorientado. El intentar tu destino siempre es la respuesta, hijo. -Curiosamente es la única frase que tengo para recordar a mi viejo-. Aquella tarde apocalíptica él tomó sus cosas y se largó de la casa.

-Se fue y no ha vuelto. Siento que no volverá.

Yo no intento lo que el destino tiene para mi. Yo no puedo andar con algo que no creo o con algo que se me ha olvidado. He cambiado de dirección tantas veces, que el sentirme perdido se ha convertido en mi nueva normalidad porque a la soledad ya estaba acostumbrado.


Día 3654.

He cambiado tanto de dirección que ya no se hacia dónde me dirijo. No recuerdo donde comencé, no recuerdo quién me ha puesto aquí... Los caminos ya trazados por mis antecesores han cambiado o se han modificado con el paso del tiempo. Las huellas que han dejado para asegurarla dirección las ha borrado el viento; como si hayan desaparecido inexplicablemente o como si nunca hubieran existido y todo fuera un engaño. Probablemente, he caminado el mismo trayecto muchas veces y no me doy cuenta debido a que hay tantos caminos distintos que seguramente he perdido la razón de todos ellos. Siento que sigo avanzando, pero la realidad es que si me dijeran que voy andando en círculos desde hace varias décadas; la idea no parecería descabellada en lo absoluto.

Desde los inicios de los tiempos (desde la creación), la luz se ha creado para andar con dirección. Cuando entra luminosidad a mi globo ocular, me siento con ganas de andar. Por el contrario, cuando cae la noche y comienza la oscuridad: me detengo y descanso. El problema es que para mí lo simple, siempre ha sido complicado. Mi personalidad ha sufrido cambios monumentales y algunas veces inexplicables. Yo, ya no sé distinguir la luz de la oscuridad. Mis globos oculares han ido disminuyendo su funcionalidad y mi cuerpo ha ido modificando sus características también; lo he confundido todo. No logro diferenciar entre el día y la noche; no logro diferenciar entre el andar y el descansarNo sé cuántos años tengo, no sé cuánto tiempo he andado, no sé cuál es mi rumbo, no tengo un sentido. No recuerdo quien soy ni a donde voy.

Ando, porque mi instinto me dice que ande. No porque mi corazón y mi mente lo ordenen. Hay ocasiones en el que el día se hace demasiado largo y comienzo a sentir que estoy muriendo del cansancio pero no llega la noche; así que no duermo.

Estoy seguro que he perdido la cordura a través de los milenios y no sé si podré distinguir a los míos el día que me encuentre alguno de ellos nuevamente. No recuerdo mis obligaciones, no sé que tengo que hacer. No recuerdo donde estoy y no recuerdo quien soy. A veces pienso que he dejado de distinguir a todos, incluyéndome a mi mismo.
Lo único que tengo por seguro es que así no distinga nada o poca luz tengo que andar y cuando siento que muero de cansancio, me permito cerrar los ojos para descansar aún no llegue la noche. Después, abro los ojos y comienza el ciclo de nuevo. Me gustaría algún día volver a mi hogar. Me gustaría saber que hago aquí o a donde voy. 
¡VAYA!, por lo menos me gustaría siquiera saber a dónde voy. 
¡VAYA!, me gustaría vivir con tranquilidad de una maldita vez por todas. Para así, poder retomar el rumbo que tenía y reencontrarme con los míos, si existe alguno todavía.

Día 1484

Sigo avanzando. La neblina no me permite ver a mayor distancia que mis aletas. Cuando me agoto de andar, comienzo a cerrar los ojos. Llevo mirada baja porque es imposible contener el agua en mis ojos algunas veces. He aprendido que entre más cuento mis pasos del día, menos avanzo. No sé cuánto he navegado el día de hoy; generalmente cuando llego a los cuatro mil pasos dejo de contar y esa marca la sobrepasé hace algunas noches ya, el cansancio no se ha echado de menos. Aquí, no me preocupo por depredadores; algunos días llego a la conclusión de que no tengo. 
Hace más de ochocientos días que mi estómago sólo conoce las rocas y los troncos como alimento. Las rocas y los troncos semi-secos en la superficie se han convertido en el platillo por excelencia de mi día a día. Soy (era) muy exigente con mis alimentos, pero no hay más. -Tú me comprenderías si a ti te dieran a elegir sobre un tronco y un puño de tierra húmeda todos los días con sabor a queratina y cabrón.

¿Quién me ha puesto aquí? Cualquiera pudiera ser... Mi pasado ha sido muy duro. Ha sido negro y solitario. Hay ocasiones en las que me pierdo en mis pensamientos y en mis memorias mientras voy andando. He vivido tanto tiempo aquí que ahora me cuesta definir el presente. La parte más difícil, sin dudar, fue el primer centenar. En el primer centenar mi viejo me abandonó. Me quedé sólo desde el primer siglo de vida y, nunca imaginé que así sería mi andar eternamente (al parecer); a oscuras y en solitario.  

Tras superar el abandono de mi creador y luego del tercer centenar, comencé a caer en cuenta de la peligrosidad de mi entorno. Comencé a dudar por mi vida cuando sentí por primera vez compañía. Gracias al arribo de  "la locura" (que es la mejor acompañante de los solitarios), y a su fiel consejera "la desesperación" ya no me sentí sólo. 
Siguiendo el consejo de mis nuevas compañeras, y, antes de las rocas y los troncos; había comenzado a comer mi propio pelaje para sobrevivir. ¿Por qué?... Estaba harto de pasar décadas en ayuno, así que por supuesto que hubo un tiempo en el que mi pelaje y las casi nulas heces fecales que producía, fueron mi dieta diaria. La locura y la desesperación me vencieron en el quinto centenar (sus sensualidades ganaron). 
Dentro de la oscuridad también se vive y se sueña: Un día, desperté en medio del abismo e identifiqué un destello de luz dirigiéndose hacia donde me encontraba yo. El destello de luz era muy parecido a la forma de "la locura" y me dijo que vino desde muy lejos para decirme que ya no quería que siguiera andando. La locura quería que me quedara en el negro abismal de mi sueño, ella me lo dijo. Casi al finalizar ese sueño, "la luz" comenzó a tomar forma de hocico y su lengua despertó para decir: "La desesperación es sabia, más sabia que yo... ella dice que te quedes aquí. Si te quedas aquí en el negro, volverás a probar sangre... sangre caliente, así como la tuya", replicó.

Recuerdo aquel día como si hubiera sido hoy mismo. Luego de despertar de ese terror y caer en cuenta de que mis acompañantes habían ordenado en un sueño, decidí hacer caso (estuve sólo, con ellas; ya no me sentía sólo). La locura ayudó a decidir mi dieta durante cientos de años, me decía constantemente lo siguiente: "hasta no encontrar algún otro organismo de sangre caliente como la mía, sólo comeré cuatro cabellos míos y todo lo que pueda echar por la cola". Desde la apertura de un nuevo horizonte y hasta que la superficie con todo su alrededor se convertía en abismo y oscuridad; lo único que consumía era pelo y caca
Hoy, sin ningún pelo sobrante, me he dado cuenta lo estúpido que fui. Me doy cuenta lo estúpido que soy. El día que no tengo terrores: imagino mi piel brillando a través del agua. Ese día, siento alguna extraña especie de plenitud. A veces, esa plenitud la utilizo de consuelo sólo para poder equilibrar a las otras dos arpías. He aprendido a apreciar esos momentos cada vez más.

Día 1547.

Hoy, llevo andando sin parar más de un milenio. Ya se ha convertido en un alucinante viaje.  Un placentero recorrido en la profundidad del abismo. Aunque no todo ha sido calma, hubo tempestad... hubo tormento...

-Hacia los setecientos años de vida me cansé de andar y paré.

Las tormentas no anuncian su llegada por los cielos a través de las nubes. Las tormentas, mueven desde el interior sus aguas mas profundas, haciendo que todo el centro del ser que habita en ella: retiemble. Cuando se está abajo en las aguas donde todo inicia, se puede predecir exactamente cuando llegará una tormenta gigante; una tormenta de esas que llegan y se llevan todo lo que hay. 

En el punto exacto de quiebre, las tormentas son capaces de generar tanta destrucción que es imposible huir de ellas. Usualmente te abrazas de lo de lo que está al alcance de las manos, cierras los ojos y esperas a que pasen (pero nunca es suficiente).

Esa, fue la tormenta más fuerte que ha llegado a estos océanos. También fue la última que ha llegado. Fue la única que arrasó con todo, más sin embargo y, por una extraña razón; la he sobrevivido. Después de ella, busqué un sitio aislado y seguro. Cuando lo encontré, me dirigí hacia él y paré por un momento. En silencio, y, mirando el lugar que había elegido: llegué a un punto de quiebre abismal y decidí echarme ahí. El abismo se convirtió en mi refugio (me ha salvado de la tormenta, tuve que quedarme ahí).

En tiempos de tormenta, yo ya no me encontraba sólo. Nunca me encontraba sólo en el abismo porque había encontrado en la desesperación una amiga. Esa arpía era mi acompañante seleccionada por afición. En la tormenta gigante pensé que se había ido, pero luego del quiebre, ella apareció nuevamente: me miró a los ojos y me dijo que podía gritar victorioso todo lo que quisiera (la tormenta se había ido ya) así lo hice. Grité con todas mis fuerzas pero no hubo respuesta. Grité buscando mi consuelo, pero no hubo respuesta. Giré hacia mi alrededor y después de soltar una lágrima, seguí echado. Dejé de andar, pero también dejé de comer. Me quedé echado en el mismo sitio donde paré la noche del quiebre, mis amigas hacían que algunos días fuera posible sentir el aire de mi nariz sobre mis colmillos. Me hicieron sentir tanta paz que comprobé su sabiduría y su poder, por un tiempo, ellas siguieron aconsejándome. Su aire era pureza, era vida. Era mi sentido.

No supe cuánto tiempo pasé echado porque no conté los días. No supe cuánto tiempo pasé sin comer, porque tampoco conté los días. Lo que si sabía era que el abismo que pasé mientras estaba echado comenzó a sentirse más oscuro (más abismo( que los anteriores vividos cuando "andaba" sin rumbo y sin sentido. El terror inmenso que comencé a sentir cuando estuve echado  superó por montones el miedo que tenía cuando me encontraba andando. -Pasaban los años y mientras me encontraba echado, comencé a desarrollar una sensación que no había sentido antes. Debido a que jamás había experimentado el abismo de esa manera (echado), mi mente se estremeció en el terror y en la neblina del desconcierto. Mis amigas llevaban mucho tiempo sin hacer acto de presencia. Sabiendo que me encontraba sólo nuevamente, un día comencé a sentir que alguien me veía a lo lejos. Esa sensación aumentaba: cada día que pasaba echado; con cada transición solar y lunar la sensación aumentaba. Esa sensación era muy extraña. Aveces se mostraba  discreta y muy tenue. Me confundía la serenidad con la que actuaba algunas veces y algunas otras su presencia era fuerte, penetrante y convincente. Era una sensación muy peculiar (como si alguien que quiere deshacerse de ti; está muy cerca. confirmando su presencia con el sentir de una mirada ajena), se sentía como si ese alguien no dejara de observar un sólo segundo hacia mi ser. Sentí como si "eso" estuviera planeando pacientemente el momento oportuno para atacar (sentado, esperando el momento de tirar del gatillo y agujerar mi pecho) con el filo de un arpón. Con la convicción absoluta de que no tenía escapatoria, seguí echado esperando mi fin.
  
Durante varios meces percibí al "depredador". Algunos días, la circunferencia de mis oídos giraban en dirección opuesta a la de mi hocico; como si estuvieran marcando la localización exacta del asesino. Otros días, mi nariz comenzaba a  percibir olores que no había identificado antes (en mi mente era un nuevo olor descrito como el del "intruso letal").

-Después de más de un milenio andando creí haber escuchado todos los ruidos existentes, creí haber olido todos los olores creados, creí haber visto todo-.

Existió el día, en que la sensación intrusa tomó tanta fuerza que se convirtió en realidad. Aquella silueta comenzó a ser tan creíble ante mi existencia, que creer que otra especie es la que pondría punto final a mi historia privándome el sueño y consumiendo el interior lentamente comenzó a traerme consuelo. No supe cuando me cansé de estar a la espera. Me convencí a mi mismo de la derrota. Sabía de mis nulas fortalezas y las pocas fuerzas que me quedaban para luchar no serían suficientes. Intentar asesinarlo y devorarlo para cambiar los papeles era imposible. Perdí la esperanza y acepté mi destino (alterado de la realidad).Pasé un largo tiempo echado (con la cola entre mi pecho), la única posibilidad de movimiento que tuve fue la de abrir y cerrar mis ojos. Llevaba tanto tiempo sin comer nada que no me movía para evitar gastar energía en vano. No hacia nada (no hice nada), sólo utilizaba mi mente y mis pestañas. Sólo esperaba ser aniquilado. 



Día 3672

Sigo andando. Aquello que alguna vez pensé sería mi depredador: no lo fue. No llegó hasta donde yo me encontraba. No acabó conmigo. No morí ese día (no me mató). Tras varios abismos sin poder dormir, eso que alguna vez sentí ajeno dejé de sentirlo. El olor extraño se esfumó y nunca fui aniquilado. Las ganas de estar echado se me quitaron y comencé a andar nuevamente.
Supongo que la tormenta destruyó tanto a su paso que no supe jamás el día que terminó. Sobreviví a la tormenta gigante. Pero, ella dejó estragos de realidades modificadas con incertidumbre y fatalidad. El asesino, fue mi realidad modificada. Nunca existió.

Ahora ando, descanso y me alimento. Casi dos milenios de troncos y de rocas. Probablemente si no hubiera decidido comer mi pelaje para sobrevivir, no hubiera evolucionado a lo que soy ahora y los troncos y las rocas nunca hubieran sido mi alimento. Seguiría comiendo caca y pelos... O peor aún: ya no existiera (porque el cabello deja de crecer y la caca deja de salir). 
La decisión que creí haber tomado estúpidamente en el pasado, probablemente no fue tan estúpida como pensé. Mi cuerpo se ha ido matizando junto con mis necesidades. El ayuno se convirtió en potencialidades hacia mi organismo. Ahora, cada que encuentro una roca o un tronco a mi paso; lo ingiero. No quiero cabello; no quiero caca; tampoco quiero ayunar. 



Día 4002

Llevo muchos días andando; he perdido la cuenta. He perdido la razón. He perdido la cordura. Me quedan los recuerdos (de las arpías y del asesino). Me quedan ganas de seguir andando (de reencontrarme con el consuelo). 
Sé que volver a echarme no es una opción. Ahora, prefiero andar sin rumbo que echarme sin explicación. Ahora, prefiero andar en círculos que echarme a esperar a que regrese la cordura y que termine la tormenta.
Sé que en algún momento llegaré a mi destino porque sigo andando. Sé que algo me está esperando más adelante; he comenzado a sentir sobre mi cuerpo aguas distintas estos últimos días. He andado tanto que siento cómo cada vez falta menos. Presiento que cada vez falta menos para llegar, para que todo tome una razón y un sentido. ¿A donde voy? Da igual...

Día 5001

Llevo cinco mil y un años aquí. 

Ayer encontré aguas en quietud. Por primera vez en la vida me encontré en aguas calmas y decidí echarme. Seguí comiendo rocas y troncos. (las rocas y los troncos son suficiente para mí).

Me eché, pero en aguas calmas. El consuelo me lo dijo ayer...





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