Remembranza


A los ancianos les he aprendido una cosa:
El amor existe. 
...
...
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Pero no dura para siempre. 

Si existen historias de amor verdadero, mejores que las historias que encontramos en las películas de  Hollywood. Así como les aprendí que el amor existe. También les he aprendido que el amor se acaba, porque las películas tienen un final y por más bonita que sea la historia, termina.



      Conocí a la mujer más increíble del universo. Me regaló dos hermosas hijas, salieron a ella. Duermen en mis piernas de vez en cuando. Me hacen estallar de alegría cuando pronuncian mi nombre, cuando necesitan algo. Doy todo por ellas. 

Yo recuerdo cuando mi abuelo me llevaba a cazar codornices con una resortera. Recorríamos sus campos durante todo el día buscando aves para asesinar. Cuando nos daba hambre, cosechábamos de la tierra una jícama o una sandía, buscábamos una sobra y nos deteníamos a comer y a conversar. Cuando llegaba el sol y nos acalorábamos, entrabamos al río. Después nos caía la noche y regresábamos a casa. Lo primero que mi abuelo hacía al llegar era buscar a la abuela. Cuando la encontraba, le abrazaba, le besaba y se sentaba en la mesa a esperar la comida. Mi abuela fue ama de casa toda su vida, nunca fue a la escuela. Mi abuelo la enseñó a leer y a escribir después de que ella se casó con el. Ella dice que tenía nueve años y el casi tenía veinte. Mi abuela me contó un día que mi abuelo fue a la casa de su suegro un día, ofreció dos bovinos por mi abuela y su papá aceptó. Mi abuela decía que todo lo que supo en la vida, fue gracias a mi abuelo. Después del beso entre mis abuelos, ella siempre servía dos platos; uno para él, otro para ella. No importando a donde y con quién había ido mi abuelo, ni importando la hora en que llegara mi abuelo, ella siempre lo esperaba para comer. Servía la mesa para que todos nosotros comiéramos, pero ella no lo hacía porque esperaba al abuelo. Recuerdo también, que siempre se la pasaban platicando. No hubo día en el que comieran en silencio. Nosotros siempre estábamos en la calle, ideando una nueva manera de divertirnos. Mis tíos se iban a trabajar con mi abuelo y mi abuela siempre estaba en la cocina. Cuando la necesitábamos sabíamos que la cocina era el lugar para encontrarla. A ella, la veías preparando algún guiso, una salsa o caldos con tortillas todo el día. Mis tías, lavaban la ropa y limpiaban la casa porque mi abuela se dedicaba a cocinar. Mi abuela recordaba a su madre cocinando y cantando. A veces, yo la escuchaba llorar y cantar rancheras en tono bajo mientras cocinaba. Mi abuela ponia dos platos en la mesa y se sentaba. "Gracias, mi niña", le decía mi abuelo y comenzaban a comer. Mi abuelo dice que su papá le presentó a "su niña" dos semanas después de que llegaron a la ranchería "Del Tor", lugar donde nació mi abuela. El llegó al Tor cuando tenía ocho años y antes de que"se la ganaran" él sacó a mi abuela de su casa. Sí, se la robó. Mi abuela no sabía leer ni escribir, no sabía hacer sabía hacer nada. Sólo cocinar. Los primeros dos años que ella estuvo con él, no hablaron de nada. Mi abuelo decía que ella sólo asentía con la cabeza y siempre estaba "calladita". De acuerdo con ella, él no la golpeó nunca. “Si me robó mi viejo, era un cabrón", decía mi abuela. Era corajudo pero no le levantó la mano una sola vez. Ella lo amó mucho y no le faltó nada mientras estuvo con él. Él, la amó mucho también, creo que por eso siempre llegaba a buscarla, para poder darle un beso.
Los dos ahora están en mejor vida. Si existe un más allá, estoy seguro que ellos ahora se encuentran ahí. Yo recuerdo a mis abuelos con gran cariño. Los visité las veces que pude y los amaré por siempre. Ahora que ya no están, los recuerdo todos los días. Su amor fue tan bonito cuando existió. Cuando mi abuela murió, mi abuelo comenzó a extinguirse en vida. Murió "su niña" y poco tiempo después decidió apagar su luz y murió también. Mi abuelo dejó de existir en este mundo porque "su niña" ya no existía. 
Cuando llegó el amor a mi vida transformado en mi esposa y en mis hijas, comprobé que sí existe. 

Dicen que los ancianos son como los niños. Para mí, no es verdad. A un niño le necesitas enseñar a amar. El anciano sólo anhela ser amado una vez más. Ambos mantienen comportamientos similares en búsqueda del apego. En los bebés nace la búsqueda emocional de manera innata. Los ancianos ya tienen su búsqueda emocional completa, sólo tienen ganas de sentir nuevamente. Quieren asegurarse de que existen, después de tantos años. También he aprendido que algunos ancianos se encuentran solos pero se sienten acompañados y hay algunos otros que tienen la fortuna de estar acompañados y viven. Yo quiero que sigan vivos. Yo recuerdo a mis viejos, para mí, siguen presentes.

Mis abuelos tenían razón acerca del amor. Existe. Hablé tanto con mis viejos, que he podido comprender cosas difíciles de la vida, lo hago a través de lo que ellos me dijeron cuando vivían. Mientras yo recuerde a mis abuelos, el amor que les tengo no terminará.

Todos los días mi amada llega a casa, me busca y me da un beso, después se sienta en la mesa y comienza a charlar con nuestras hijas sobre su día en el trabajo mientras yo les sirvo la cena. Mis hijas ahora saben lo que yo aprendí con mi abuelo; ellas ahora cazan con resortera aves y han aprendido a cosechar jícamas, sandías y frutos rojos también. Saben leer y escribir en dos idiomas y cocinan delicioso. Ellas son mi adoración. Mis tres niñas, son mi adoración.

Espero que ésta película, no se acabe nunca, pero sé que eso no sucederá. Que así no pasan las cosas. Que la vida da vueltas y que a veces, el tu mundo cambia y te transformas en alguien que no quisiste ser y pudiste, con sacos rotos y con hoyos en las plantas de los pies. De tanto andar descalzo, así, sólo porque sí. Espontáneamente. Y de pronto, el amor se acaba y se termina. Por lo que sea. Por mucho o por poco, por tanto o tan poco, por tí, o por ella. Por ambos o por ninguno. 

Así que espero con gusto el momento que vaya a terminar, también. Mientas, me agarro con lo que pueda y como pueda.






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